viernes, 14 de diciembre de 2007

El regalo de Dios

Cuando nací mujer, nací con la bendición de poder crear vida dentro de mi, Dios me regaló la maravilla de que una nueva vida creciera en mi interior, a través de mi sangre llevaría alimento y oxigeno hasta ese pequeño ser y yo sería su primera intermediaria con el mundo, a través de mi conocería el exterior, sus primeras emociones serían las mías, la primera voz que llegaría a sus oídos sería mi voz y las primeras caricias las experimentaría a través de mi piel. Dios me hizo una magnífica y perfecta fuente de vida, por eso me hizo un corazón pleno de amor y dulzura para cuidar y proteger a esa nueva e indefensa vida que pondría en mi vientre y luego en mis brazos.
Y quiero celebrar el milagro de ser dadora de vida, de ser fecunda y de traer en mi la semilla de la maternidad desde el día que nací.
Tal vez para algunas mujeres esto es difícil, no ven porque celebrar este milagro si sienten el útero vacío, y piensan que esta perfecta fábrica de vida está detenida y olvidada, pero recuerden siempre que Dios no sólo nos dio el regalo de crear vida, también nos dio la bendición de entregar amor y formar vidas. No sólo en nuestro cuerpo viene impreso el título de madre también en nuestra alma, en nuestro corazón tierno y amoroso, en nuestras manos suaves dueñas de caricias dulces y sanadoras, en nuestros abrazos cálidos que consuelan y protegen, en nuestra voz dulce de sabia antigua que entrega consejos certeros y es guía en el camino de la vida.

Somos madres por excelencia, no sólo en nuestro útero fecundo y nuestros pechos rebosantes de alimento, lo somos en el alma y aún cuando nunca la vida crezca dentro de nosotras, nuestro regazo tibio y nuestro amor incondicional nos hace madres miles de veces cada vez que tomamos en nuestro brazos a un pequeño indefenso, a una criatura en peligro o acogemos tiernamente a quien demanda cuidados y amor. Somos ángeles de la guarda encarnados para proteger y guiar a los más pequeños.

Alejandra

jueves, 22 de noviembre de 2007

Hijas de la Luna

Existe una mágica conexión entre la femineidad y la luna, símbolo de misterio, guía en la oscuridad y protectora de los secretos de la noche. Durante milenios la luna ha regido la volubilidad de la mujer, ha sido su confidente, consejera y a veces la única testigo de ritos femeninos que se pierden en el tiempo y los secretos de muchas culturas y creencias.
Es amiga de la magia, reina de la noche, luz entre sombras que vela nuestro sueño, tal como una madre cariñosa que cuida el sueño de sus hijos o la amante enamorada que observa a su amante dormido.
Existe mucho en nosotras de la Luna, nuestro sentido misterioso y sensual, nuestro amor tierno, dulce y protector, nuestra coquetería esquiva que como la luna conquista y seduce para luego escapar hacia el mar y ocultarse juguetona hasta la siguiente noche, somos luz entre sombras, guías en la oscuridad del alma y amigas de la magia.
Siendo el misterio, la sensualidad y la magia las cualidades de la que vela nuestros sueños, la divinidad de la luna sólo podía ser de género femenino.
Cómo es mi blog, me daré un gusto personal contarles la leyenda de Selene, porque su historia me encanta por razones de mujer.
Selene es la diosa que representa la luna en la mitología griega. Selene era la hermana de Helios, el dios Sol, y como él, debía iluminar los cielos durante la noche. Pero una de esas noches mientras ella paseaba en su carruaje de plata, su luz iluminó el rostro dormido del pastor Endymión, quién descansaba en el monte Latmo, desde el instante en que lo vio quedó prendada de él. Así, desapareció de los cielos para recostarse junto al pastor y despertarle con el roce de sus labios, al abrir sus ojos Endymión vio a la diosa junto a él y entre ellos nació de inmediato una gran pasión. Zeus enfurecido con Selene por abandonar su lugar en el cielo, castigó a Endymión a dormir eternamente.
Pero luego, conmovido por las peticiones de Selene, consintió en dejar que la luna desapareciese del cielo varias noches al mes para hacer compañía a su amado, y el resto de los días, Selene se conforma con verle desde lo alto y acariciarle desde ahí velando el sueño de su amado eternamente. Todo en esta historia es femineidad, la apremiante ansiedad de besar los labios del ser amado, la desesperación al creerle perdido, la dulce y solícita compañía que vela eternamente el sueño de su amado.


Alejandra

sábado, 3 de noviembre de 2007

Y también soy bruja

La madrastra malvada, la mala de la película, la más repudiada; perversas, aterradoras, asesinas, concubinas del demonio, señoras de la noche, etc.
De niña jamás hubiese soñado con ser la bruja de la historia, sus mágicos poderes no parecían suficientes para compensar tanta mala fama, en los cuentos de niños las brujas son crueles, envidiosas, traidoras, mentirosas y siempre son derrotadas, en el pasado fueron perseguidas y quemadas. Cuando llegas a la vida adulta te llaman bruja si eres menos agraciada, mal genio o celosa, tampoco parece deseable... sin embargo la noche de Halloween es uno de los disfraces más usado, de pronto todas quieren ser brujas, tener pociones mágicas, poderes ocultos, miradas que hechicen y secretos inescrutables... una bruja es un símbolo innegable de femineidad, nuestro estrecho lazo con la magia, la noche, la adivinación y los poderes ocultos de la naturaleza, nuestra inquietante cercanía con la crueldad, el poder y la obscuridad, nuestra curiosa habilidad de envolver, seducir y someter.
Nuestra esencia primitiva, el recuerdo de un pasado chamánico, de un poder sanador y la conexión íntima con la naturaleza a través de cuyo conocimiento es posible crear, curar, transformar y a veces destruir.
Busquemos la bruja dentro de nosotras, aquella que reconoce los poderes ocultos de la naturaleza y se une a ellos en busca de su propia magia interior para transmutarse a si misma y a su entorno, aceptemos nuestra capacidad de ver y oír lo imperceptible para beneficio de los que amamos y tomemos el control de nuestro poder.
Tomemos las cualidades de la bruja dentro de nosotras y seremos hechiceras grandiosas, no nos apeguemos a nuestro lado obscuro si no queremos ser combatidas y exterminadas, si no deseamos perdernos a nosotras mismas, debemos potenciar nuestra luz, nuestra fuerza creadora y transformadora, nuestra intuición, nuestra íntima conexión y conocimiento de la naturaleza. Entonces seremos grandes hechiceras.

Alejandra

lunes, 29 de octubre de 2007

De hadas y diosas


Me gustan las hadas son etéreas, mágicas, sutiles y encierran en ellas todos los secretos y misterios de la naturaleza, creo que todas tenemos dentro de nosotras algo de hadas, nuestra esencia delicada, algo de la fuerza de la tierra, de la magia del universo y mucho del poder transformador del amor.....esa fuerza que nos permite sostener a los que amamos, cumplir sueños y llenar de alegría el mundo que nos rodea.
Como las hadas todas las mujeres estamos plenas de luz y energía en nuestra alma, luz que brilla a través de nuestra piel y nuestra mirada.

Esa luz que nos da fuerza y que nos transforma en aquellos inexplicables seres que en un cuerpo delicado y gracioso encerramos valor, coraje y una voluntad férrea para lograr todo cuanto deseamos, seres que damos caricias de seda a quienes queremos, pero que golpéamos con la fiereza de un tigre a quien intente herir a los que amamos.
.....a veces estoy cansada, pero sé que esa fuerza dentro de mi existe siempre para mantenerme en pie aún cuando no todo sea como espero, para seguir adelante aunque esté confusa, aceptar con inteligencia los desafíos y poner todo mi amor en lo que deseo.
Aquella fortaleza maravillosa dentro de cada mujer nace del amor, la pasión, la fé y aquella energía generadora de vida que fluye por nuestras venas. Somos mujeres y como tales luchadoras incansables que nos ponemos de pie ante la adversidad, los obstáculos y las dificultades.
En el último tiempo he descubierto cuanta fuerza tiene aquella luz en nuestro interior y he visto que la adversidad no la apaga, al contrario la hace brillar con más fuerza para mostrarnos el camino correcto, revelar la verdad y darnos fuerza para ponernos de pie.
No dejaré de brillar porque algunos días no salga el sol, no pierdes tu brillo porque no todos puedan verlo, ninguna de nosotras deja de ser una Diosa porque a veces nos digan lo contrario.
No pierdas nunca la Diosa dentro de ti, cuídala, mímala y dale la libertad de ser, generar y crear.


Alejandra

domingo, 28 de octubre de 2007

Y Dios me hizo Mujer

Gioconda Belli

Y Dios me hizo mujer,
de pelo largo,

ojos,
nariz y boca de mujer.
Con curvas
y pliegues
y suaves hondonadas
y me cavó por dentro,
me hizo un taller de seres humanos.
Tejió delicadamente mis nervios
y balanceó con cuidado
el número de mis hormonas.
Compuso mi sangre
y me inyectó con ella
para que irrigara todo mi cuerpo;
nacieron así las ideas,
los sueños,
el instinto.
Todo lo que creó suavemente
a martillazos de soplidos
y taladrazos de amor,
las mil y una cosas que me hacen mujer todos los días
por las que me levanto orgullosa todas las mañanas
y bendigo mi sexo.


Les dejo esta hermosa poesía de la Nicaragüense Gioconda Belli, tomé de ella el título de mi blog, porque sentí que era la frase que resumía el sentido de este blog y de ser Mujer.
A las palabras de Gioconda no necesito agregar más, dejen uds. su opinión, sus reflexiones y comentarios.

Alejandra

sábado, 27 de octubre de 2007

Y Dios creo a la Mujer

Cuenta una leyenda que al principio del mundo, cuando Dios decidió crear a la mujer, encontró que había agotado todos los materiales sólidos en el hombre y no tenía más de que disponer. Ante este dilema después de profunda meditación, hizo esto: Tomó la redondez de la luna, las suaves curvas de las olas, la tierna adhesión de la enredadera, el trémulo movimiento de las hojas, la esbeltez de la palmera, el tinte delicado de las flores, la amorosa mirada del ciervo, la alegría del rayo del sol y las gotas del llanto de las nubes, la inconstancia del viento y la fidelidad del perro, la timidez de la tórtola y la vanidad del pavo real, la suavidad de la pluma del cisne y la dureza del diamante, la dulzura de la paloma y la crueldad del tigre, el ardor del fuego y la frialdad de la nieve.
Mezcló tan desiguales ingredientes, formó a la mujer y se la dió al hombre.

Después de una semana vino el hombre y le dijo: - Señor, la criatura que me diste me hace desdichado, quiere toda mi atención, nunca me deja solo, charla incesantemente, llora sin motivo, se divierte en hacerme sufrir y vengo a devolvértela, porque no puedo vivir con ella.
- Bien, contestó Dios y tomó a la mujer.
Pasó otra semana, volvió el hombre y le dijo. - Señor, me encuentro muy solo desde que te devolví a la criatura que me hiciste para mí, ella cantaba y jugaba a mi lado, me miraba con ternura y su mirada era una caricia, reía y su risa era música, era hermosa a la vista y suave al tacto.
Devuélvemela, porque no puedo vivir sin ella!!!!!!!!! Dios sonrió, y se la devolvió.

Anónimo

viernes, 26 de octubre de 2007

Simple y mágicamente Mujer

Mágicas, misteriosas, etéreas y volubles ...simplemente femeninas, simplemente mujeres.

Y Dios me hizo mujer, ni ángel ni demonio, ni bruja ni hada ...simplemente mujer.

Con el brillo de las estrellas en la mirada, la calidez del sol en el regazo y la suavidad de las flores en la piel; de las rosas tomó su perfume, del rocío su frescura, de la tierra su fertilidad y de Sí mismo todo el amor y la entrega incondicional para crearnos amigas, madres, compañeras y amantes.

Con nuestra dulzura, sabiduría y sensibilidad podemos conducir los caminos de quienes nos rodean y acompañarles en sus viajes y misiones... somos compañeras leales e inseparables, con nuestro regazo tibio, el alma plena de pasión y nuestros oídos dispuestos. Junto a nuestra suave y tierna dulzura conviven la fuerza y la fiereza, el espíritu de la libertad y la fortaleza se encarnan en nosotras, diosas y heroínas dispuestas a luchar por nuestros ideales, nuestros sueños y por quienes amamos.

Mágicas y sensibles, hijas de la tierra y de la naturaleza, guardadoras del amor, la vida y la bondad. Celosas protectoras y guardianas del hogar.

A cada una de ellas, a veces musas a veces guerreras que comparten el deber y el orgullo de ser mujeres obsequio mis palabras, mi blog y este humilde homenaje.

Con amor para todas las Diosas que habitan en nuestro ser y para aquellos hombres que día a día nos acompañan.

Alejandra